martes, agosto 07, 2018

Its alive

Cuenta la leyenda, que hace muchas lunas atrás, la criatura venía a este pozo a descargar su locura, quedando a la espera de que otros vinieran a consumir de ella. El tiempo pasó, la gente llegaba y al encontrar el pozo vacío se retiraban pensando que quizás, la criatura había desaparecido, o que habría caído en las redes de algún cazador furtivo, o peor aún, que tal vez, solo tal vez, nunca había existido, y todos los que en algún momento por acá pasaron, fueron víctimas de un gran engaño, o simplemente sufrieron una alucinación...

sábado, diciembre 24, 2011

Propuesta navideña



Esta noche, cada quien estará rodeado de quienes mejor saben mostrar cómo es que se quiere a alguien, solo que lo hará por su lado, así que les propongo algo: Habrá un momento en el que nos sentaremos a descansar de tanto bochinche, comida, bebida, regalos, “gracias” y “te quiero mucho”, así que justo en ese momento, yo pensaré en ustedes, y ustedes harán lo propio, de manera que al menos en espíritu, y energía, estaremos conectados, deseándonos lo mejor de este mundo y compartiendo el más sincero y cariñoso abrazo virtual navideño. Que la paz, el amor y la armonía reinen en nuestros hogares, y el regalo más grande sea la tolerancia, el respeto, la comprensión, y el amor al prójimo. Desde ya feliz navidad y, no olviden la propuesta; se les quiere bien. Salud!

jueves, agosto 25, 2011

Benito



Si me pidieran hablar de alguien que inspire lástima, compasión, incluso tristeza, ese alguien sería sin lugar a dudas Benito; sí, Benito, “el loquito de la cuadra” como le dicen algunos. Pero si en cambio me pidieran hablar de alguien que cause desconcierto, intriga, incluso duda, pues ese sería también Benito, “el misterioso de la cuadra” como lo llaman otros. Pero si a alguien, se le ocurriera pedirme que le hablase de una persona, animal o cosa, que inspirara angustia, desesperación e incluso terror, déjenme decirles que no vacilaría ni un minuto en comenzar a contar, lo que una vez vi hacer a Benito, “la pesadilla de cualquier brabucón de la cuadra”, como lo llamé ese día.

Un pelafustán esmirriado y andrajoso, no hay mejor manera de describirlo; andaba cubierto con harapos y toda la mugre que pudiera cualquier mortal imaginar, la cabeza y la cara llena de gruesos hilos oscuros entrelazados que alguna vez pudieron ser una frondosa melena y una espesa barba. Se le veía desde temprano por las calles, recogiendo cuanta basura, chatarra o cosa aparentemente inservible cupiera en su indescifrable saco, ese trozo grande de tela color zona de desastres con infinitas costuras capaz de tragarse todo lo que viniera de la mano de Benito.

Comía sobras, lo que encontrara entre los desperdicios de los expendios de comida, o lo que tuviera a bien regalarle un buen samaritano. No pedía, a nadie le dirigía siquiera una mirada, pero aún así no faltaba en cualquier momento un alma caritativa que le acercara un trozo de pan, una galleta, un jugo, algo que le mitigara el hambre.

Iba de un lado a otro, sin rumbo fijo ni propósito claro, porque recogía cosas, pero nadie sabía para qué, ni dónde las guardaba, es más, en ocasiones, no recogía nada ni arrastraba su amorfo saco, solo deambulaba.

“Así te vas a ver cuando seas grande si no estudias”. “Mira como terminan quienes no hacen caso a sus padres”. “Pobre loco, de seguro se portó muy mal con sus mayores cuando era niño”. Estas sentencias, en más de una oportunidad, aunque valdría decir más bien, casi siempre –porque en otras, se oían frases muy distintas, “es un ser humano”, “es igual a todos nosotros”, e iban dirigidas a pequeñas almas, hijas de aquellas que se acercaban a Benito, con algo para comer-, acompañaban la presencia de Benito y servían para advertir, o para aleccionar a unos cuantos pequeños rufianes trajeados con uniformes, zapatitos negros y bolsos guindados a sus espaldas que lo miraban con odio, con rabia, y a veces miedo; a esos pequeños seres que muchas veces vi practicar con el pobre Benito, la manera en que más adelante, con un poco más de edad y tamaño, tratarían a quienes le parecieran inferiores, de menos valía, desmerecedores de cualquier gesto de simpatía o trato justo.

Los más grandes, los que ya habían dejado la escuela, cuando pensaban que nadie los observaba, descargaban en Benito trozos de necedad, incomprensión e ignorancia convertidos en piedras, y luego risotadas, burlas, expresiones soeces escupidas al aire pero que sin duda tenían un objetivo, una diana, por así decirlo, y esa era Benito.

Pero recuerdo, como si hubiese ocurrido ayer mismo, una ocasión en la que Benito respondió, y de qué manera respondió. En esta oportunidad no fueron unos simples párvulos, sino más bien un grupo de jóvenes ya bien alejados de la pubertad que quisieron revivir aquellos tiempos en los que pasaban en tropel frente a Benito y lanzaban piedras y escupitajos. Yo estaba ahí, cerca, silente, casi invisible, testigo mudo de aquel juego cruel, y unos segundos después, pasé a ser una estatua, impotente, rígida, sin aliento ante lo que le tocó presenciar.

El ataque por parte de los vándalos duró unos cuantos minutos, pero la respuesta, la respuesta de la víctima, que luego pasó a ser victimario, esa sí que fue en segundos, unos segundos eternos repartidos en pequeños intervalos que mostraban imagen por imagen, lo que trataré de describir a continuación: Primero fue humo, mucho humo, un humo negro que cubrió toda la humanidad de Benito, después, ojos con brillo gatuno, colmillos, garras, orejas largas con agudas puntas que señalaban al cielo, brazos musculosos y peludos, un torso desnudo, fornido y lanudo también, y de la cintura hacia abajo, un toro, un buey, un búfalo quizás. De su espalda salían un gran par de alas, como las de un inmenso cóndor, y la risa, eso era lo más estremecedor y espeluznante, su risa.

Benito dejó de ser Benito, persona, animal o cosa, Benito pasó a ser todo eso junto, y peor aún, pasó a ser algo que embestía y atacaba sin piedad, con una fiereza y velocidad impropia de este mundo. Y yo no pude hacer nada, permanecí petrificado, viendo trozos de cuerpos volar por los aires y caer desperdigados, sangre, vísceras y un olor penetrante que invadía mis pulmones y me dificultaba la respiración.

Cuando todo terminó, entre los gritos, la desesperación de la gente, las sirenas de las patrullas y las ambulancias, y la humareda, pude notar que al final de la calle estaba un camión incrustado en la fachada de una tienda. Todos lo señalaban como el causante de aquella tragedia. Su dantesco rastro aclaró de inmediato las dudas, menos a mí, yo no las tenía… yo estaba consciente de lo que había visto, conocía al protagonista, y lo busqué entre la gente, busqué y busqué hasta dar con unos ojos muy brillantes, que me miraban, y un dedo huesudo que se conectaba con unos labios resecos y escondidos tras una maraña oscura para hacer una mueca que conminaba al silencio.

Y así me he mantenido con respecto al tema, a lo sucedido aquel día; así he seguido, en silencio, pero también a la espera de que a alguien se le ocurra pedirme que le hable de una persona, animal o cosa, que inspire angustia, desesperación e incluso terror, porque eso fue lo que sentí esa vez, la vez en que Benito se convirtió, en “la pesadilla de cualquier brabucón de la cuadra”.


viernes, julio 01, 2011

¡Cuéntame una historia!




“¡Cuéntame una historia!” Gritaba Wendy desde la calle, y esos chillidos se colaban por mi ventana; de nada servían barrotes, vidrios, ni cortinas, “¡cuéntame una historia!”, seguía…

Y no es que no quiera… pasa… lo que pasa es que… bueno no, no quiero, ¡y punto!, déjame en paz Wendy, que no estoy de humor, las ganas se me perdieron, la rabia se tragó mis… No, no es contigo, ni con nadie, o bueno sí, quizás es con todos, con todo el mundo, sí… bueno porque sí pues, qué manía la tuya Wendy de querer saberlo todo, ya, ¡basta!, no quiero hablar.

Su cara era una canción, una canción triste, de esas que recuerdas cuando tienes ganas de llorar, como las que escucha mi papá… pero él no llora, nunca lo he visto llorar… Que le cuente una historia… esa niña no se cansa, no para de gritar desde la calle. La otra vez le dije que estaba castigado, que no me dejaban salir, ni siquiera asomarme a la ventana, me dijo que qué importaba, que igual ni mi mamá ni mi papá estaban, que abriera la puerta, que ella no decía nada. A veces quisiera ser como ella…

No estoy para historias Wendy en serio, no me siento bien, las ideas se pelearon conmigo, y se fueron, se escondieron, y no quieren salir. Sí, yo sé que es fácil, que pujo un poquito y ya, jajajajaja, siempre dices eso, jajajajaja, y me da mucha risa, jajajajaja, tienes frases que hacen cosquillas Wendy, jajajajajaja…

A mi mamá no le gusta, dice que no tiene modales, que no sabe comportarse, al menos no como una niña. Que parece un gato, o una cabrita loca, a veces un perrito callejero; eso dice mi mamá. Pero a Wendy no le importa, ella arruga la cara, imitando el rostro de un anciano, y luego ríe. Yo me contagio rapidito de su risa, es única, sonora, profunda, sincera, a veces dura horas; bueno, quizás no tanto, pero parece.

No Wendy, no recuerdo, ¿cuál promesa?, ¿que siempre te contaría una historia? ¿Y de dónde cuernos iba yo a sacar tantas?, ¿de mi cabezota? ¡Por Dios Wendy!... Okey okey, pero no es que, “siempre”, se me ocurre algo, eso es a veces, en algunas ocasiones, ¡no!, esta no es una de esas. Sí, ya vi tu vestidito nuevo, azul, sí, también las sandalias, y andas limpiecita Wendy qué raro, manitas y piecitos inmaculados. Es una palabra nueva Wendy, la aprendí en el liceo, quiere decir que algo no tiene manchas, ni “sucitos”, como tus piernas; ya sé que ahorita no, ya te lo dije, que qué raro que andes así.

La conozco desde hace años, o quizás antes, pero si fue así no lo recuerdo. Ha pasado mucho tiempo desde que dejó el preescolar y yo el segundo grado, ella ahora sigue en la escuela, y yo en la secundaria, ella sigue queriendo escuchar historias, y yo, ya muy viejo para eso.

¡Porque me rasparon en una prueba de Castellano Wendy! No me sabía el nombre de algunos personajes. La profesora dice que yo no leo, que uso los libros para esconder mi sueño detrás de ellos, que mi memoria es un desastre, pero que eso es porque no me concentro, que ando siempre en Marte, o en Plutón. Sí, también mencionó la luna, pero ya sabes que no me gusta la luna, los lunáticos no son como los marcianos, ellos están locos. Claro que no es tu culpa Wendy, quizás sea que yo no sirvo para esa cosa de la literatura, y que en verdad soy muy flojo para leer, y que mi cabeza siempre está en otro lado. Bueno sí, inventando historias, a veces. No, ahora no tengo alguna para contar.

A veces escribo cosas tristes, las leo y me provoca llorar. Ni loco se las enseño a mi papá, aunque de seguro no lloraría, jamás lo he visto llorar, por eso debe ser que mi mamá dice que los hombres no lloran. Si uno escribe cosas que hacen llorar, o reír, entonces sirve para algo. Yo quisiera servir para algo…

Ven Wendy, seguro no conoces esta historia, se trata de una niña que besa a un gato, y este sale corriendo, escupiendo y limpiándose el hocico. El hocico es la boca Wendy. Sí, también lo aprendí en el liceo. Vas a hacer que olvide la historia Wendy. Sí, el gato estaba molesto con la niña. Porque él decía que eso de besar animales era solo con los sapos y las ranas, para convertirlos en príncipes y princesas, y que en tal caso, a él le gustaría ser convertido en una estrella del rock. Qué sé yo Wendy, cosas de gatos.

Esta niña siempre se sale con la suya. Es terrible. Tendré que tomar mi enojo meterlo en un saco y enterrarlo, y rogar que nadie lo consiga y me lo devuelva. O quizás sí, que lo encuentren, pero que se lo lleven a Wendy, ella de seguro lo convierte en otra cosa…

Y en eso llegó un pingüino… Wendy, claro que los gatos y los pingüinos pueden ser amigos. No me importa Wendy, tú ahora te sientas y me escuchas, ¿querías que te contara una historia?, pues bien, en esta, hay gatos, pingüinos, lagartijas peludas y quizás hasta un rinoceronte polar.

Comenzó la risa, ¡Dios!, esa risa que retumba, que es tan vestidito azul y sandalitas, que es tan manitas y piecitos inmaculados…

lunes, octubre 18, 2010

"A"














-¡Cabrón! ¡Eres un cabrón chico!

Don Anacleto se encontraba detrás del volante de su viejo pero bien cuidado Malibú del 76. Sus ojos entrecerrados hacían un gran esfuerzo por enfocar mejor. Los gruesos lentes con montura negra de pasta no le ayudaban mucho ya. Apenas podía escuchar los gritos desaforados que venían del exterior. Con una mano levantó un poco su boina negra y con la otra alteró el orden de los cuatro largos cabellos blancos que aún se resistían a abandonar aquella enorme cabeza, luego con el dedo índice hurgó entre la flácida papada y el cuello de su camisa, como intentando aflojarlo y dar paso a un trago largo y grueso. Sin entender lo que pasaba, Don Anacleto decidió apagar el vehículo y apearse, no sin antes guardar en la guantera, la foto de su amada Sofía, que siempre le acompañaba en sus cada vez menos frecuentes recorridos a bordo de su, “fiel corcel”.

-¡Hijo de puta¡ ¿Acaso estás ciego o qué? ¡Maricón! ¡Eres un maricón vale!

Era una moto de alta cilindrada. Por sus formas, más bien parecía un pequeño cohete, una nave espacial.

-Como en las películas- pensó Don Anacleto.

Junto a la moto estaba un sujeto tan alto y sólido como un menhir. Tenía músculos hasta en las uñas y su potente voz retumbaba en toda la cuadra. Parecía llevar un “body painting” en lugar de ropa, por lo que no resultaba nada difícil ver cada hora de gimnasio esculpida en su cuerpo. Sus brazos eran poderosas aspas que se batían de un lado a otro, y de sus ojos escapaban potentes rayos, que no se veían, pero se sentían.

-¡Casi me rayas la moto, pajúo! ¡Un sólo coñazo!, uno sólo pa’ que aprendas a manejar.

Aquel gigante estaba hecho una furia. Minutos antes, había pasado a toda velocidad y sin el menor ánimo de respetar la luz del semáforo que le indicaba que debía parar. Don Anacleto frenó muy cerca de él, y por pura suerte no pasó nada, sin embargo, al doblar la esquina y avanzar un poco, el intenso centauro le salió al paso al Malibú, y Don Anacleto tuvo que frenar nuevamente.

-¡No me víste verdad, no me víste! ¡Te lo buscaste mariquito! Te voy a jo…

Don Anacleto respiró hondo y...

-¡POW! ¡KLUM! ¡PAFF! ¡PUNCH! ¡CRUNCH!

Un grueso hilo de saliva mezclado con sangre llegaba al piso, salía de una cavidad con varios espacios vacíos que un segundo antes eran ocupados por piezas dentales, las lámparas de rayos invisibles eran ahora un antifaz hecho con un gran par de círculos morados, la nariz había cambiado su perfil aguileño por el de un toro al final de la lidia, los brazos formaban un nudo imposible de creer en su espalda y las piernas un lazo más imposible todavía. En la frente, se veía claramente marcada una gran “A”…

-Al llegar prepararé un buen té, y nos sentaremos a mirar la tele tranquilamente mi amor, como todas las tardes.

Don Anacleto se quitó el reluciente anillo que tenía grabada la inicial de su nombre y lo guardó en la guantera para limpiarlo al llegar a casa, luego sacó la foto de su amada Sofía. Cariñosa y lentamente la puso en el asiento del copiloto, encendió el carro y se echó a andar.


FIN

sábado, mayo 01, 2010

QUETIERNO




A Quetierno no le gustaban las zanahorias… tampoco las lechugas…

Quetierno se fue a dormir sin cenar, después de un baño con agua helada, “para congelar pensamientos impíos” - Se dijo.

Se puso un pijama para cubrir el peludo cuerpo, ocultó sus largas orejas bajo un pasamontañas y apretó con fuerza la boca, como queriendo evitar que sus grandes dientes delanteros salieran disparados. Finalmente se quedó dormido, después de contar: una zanahoria, dos zanahorias, tres zanahorias, cuatro zanahorias… Treinta hamburguesas, treinta y un hamburguesas, treinta y dos hamburguesas, treinta y tres hamburguesas, treinta y cuatro hamburguesas… Cincuenta bistés, cincuenta y un bistés, cincuenta y dos bistés, cincuenta y tres bistés, cincuenta y cuatro bistés…

Sangre… Sangre… Sangre…

Quetierno despertó sobresaltado, sudoroso, balbuceante y con una nervosidad preocupante. Esperó a recuperar el aliento para levantarse e ir al baño y para ello, comenzó a contar.

Una zanahoria, dos zanahorias, tres zanahorias, cuatro zanahorias…

Finalmente logró colocarse frente al espejo, posó sus patitas sobre el lavamanos, y abrió bien los ojos.

¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre!

Los globos oculares por poco salen de sus cuencas, sus bigotes comenzaron a vibrar con frenesí y la quijada casi que cae al suelo. Algo rojo y espeso cubría su pijama, sus patitas, y hasta su esponjosa colita. Los gritos debieron haber alarmado a más de uno, pero nadie atendió.

“¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre!”

Un rastro. Había un rastro que llegaba hasta la cama. Sus propias huellas, rojas, aun frescas. ¿De dónde venían? “Habrá que buscar”- pensó.

“¡No, mejor no!” “¡Sí, mejor sí!”

Con trémulo paso decidió seguirlas. “Hasta el final” “Hasta donde fuera” “Caiga quien caiga”- Se decía Quetierno, en voz alta, para darse ánimo. Aunque en su cabeza, podía verse desde afuera y al trasluz, un aviso luminoso: “¡Uy que miedo!”

“Ahí están, en el pasillo, en la sala, y llegan… y llegan… ¡Hasta la cocina!”

Quetierno narraba, como si estuviese alguien con él. Llegó a la cocina y al entrar…

“¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre!”

En el piso, en el mesón, en la nevera, por todos lados.

“¡Sangre! Sangre… San… ¿Sangre?”

Quetierno pasó su dedo por el mesón y lo llevó a su boca. “¿Salsa de tomate?”- Exclamó.

Sí, era salsa de tomate, el sabor lo confirmaba, y también los dos frascos vacios dejados en el fregador. Pero había más…

“¿Qué demonios pasó aquí?”

Al abrir la nevera, Quetierno se percató de que faltaban algunas cosas. Cosas que nunca debieron estar ahí porque, sólo tenían que estar las zanahorias y las lechugas. Ni siquiera la salsa debía estar. Y ahora faltaban los bistés, la carne para hamburguesas y las salchichas. En verdad, nada de eso debió estar nunca ahí pero…

Quetierno estaba en terapia, para superar su extraña adicción. Luchaba con ella desde hacía años, pero siempre recaía. Era más fuerte que él, y lo vencía, al final, siempre lo vencía porque…

A Quetierno no le gustaban las zanahorias… tampoco las lechugas…

lunes, febrero 01, 2010

BREVERÓSCOPO (Hasta cuándo?)




Aquí, en el Breveróscopo, conscientes de que el tiempo es oro, y no todo lo que brilla lo es, así que si lo pierde, éste podría brillar por su ausencia, hemos decidido que nuestra cuarta entrega sea aún más breve, para que lo lean en cuestión de un minuto y puedan utilizar los mil cuatrocientos treinta y nueve restantes en perseguir rumores y creer en caballitos de mar preñados. Por cierto, los caballitos de mar sí se preñan, los deseos no, o mejor dicho, lo deseos son los que no empreñan, ahora, si usted lo que quiere es que lo empreñen, entonces vaya a que se lo… un caballito de mar.




Aries: No, mejor no.

Tauro: Sí, es cierto.

Géminis: Fue tu hermano.

Cáncer: Ve de lado.

Leo: ¡Felicidades!

Virgo: Sé flexible.

Libra: Sí, o no.

Escorpio: ¡Mosca!

Sagitario: ¡Cálmate!

Capricornio: Deje así.

Acuario: Toma agua.

Piscis: Chao pesca’o.

NOTA: Si les parece muy genérico, ¿por qué no se quejan del de Adriana Azzi?
OTRA NOTA: Por cosas del destino, quisimos representar el signo “LEO”, y sólo conseguimos esa imagen, en serio, de verdad…

lunes, enero 11, 2010

BREVERÓSCOPO (ENERO)






Aries: Parece que lo de los cuernos esta semana no solo será con Tauro y Capricornio.

Tauro: Mejor que te vean desde la barrera.

Géminis: Cuídate de alguien cercano a ti con misma cara y mismos gestos, pudiera estar imitándote.

Cáncer: Te evita todo el mundo, lo siento por ti.

Leo: Nadie te cree lo de la fobia a los gatos, ¿crees que somos imbéciles?

Virgo: Es tu destino, créeme. A la final, todo rompe por lo más delgado.

Libra: La balanza se inclina hacia este lado, no, hacia el otro, no, hacia... olvídalo.

Escorpio: Que tienes una cola venenosa dicen, no creas que es un cumplido.

Sagitario: Solicitaran tus servicios en Narnia, ve pronto.

Capricornio: Cuando veas los cuernos de Tauro muy grandes, pon los tuyos en un sacapuntas.

Acuario: Deja ya ese complejo de pecera, suelta el piscis que hay en ti.

Piscis: Ay pececito, menos mal que tienes dos ojos en lugar de uno, te confundirían…

miércoles, diciembre 30, 2009

Breveróscopo (Actualizado)




Aries: Ni se te ocurra anteponerte una “C”, porque te harás indeseable.

Tauro: Acepta de una vez tu condición, mira que lo que más duele es la mamadera de gallo.

Géminis: Comienzas a ver cuádruple, fíjate si estás ante un espejo.

Cáncer: Parece que cualquier cosa te provoca, ojo con eso.

Leo: Un navegante querrá afeitarte, ¡cuidado!

Virgo: Rompimiento en puertas.

Libra: Ve al cirujano para buscar equilibrio, parece que una quedó más grande que la otra.

Escorpio: Olvida esa estúpida cancioncita: “Debajo del aguijón, debajo del aguijón…”

Sagitario: Defínete, ¿qué eres, hombre o caballo?

Capricornio: No te burles de Tauro, mira que los tuyos son más largos…

Acuario: Eso de ahogarte en cuatro paredes de vidrio no te sienta bien.

Piscis: ¡Cuidado!, hay mucho tiburón merodeando.

miércoles, diciembre 09, 2009

BREVERÓSCOPO

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Este es el Breveróscopo
Predicciones y recomendaciones en no más de una línea, para quienes pierden el día repasando malas noticias y no tienen tiempo de leer lo más importante del periódico: el horóscopo y las comiquitas.


Aries: Te confundirán con una marca de jabón en polvo

Tauro: Llama a tu casa antes de salir de la oficina

Géminis: Deja la doble cara

Cáncer: llegaras tarde a la “quimio”

Leo: A ver si te bañas que ya hueles a tigre

Virgo: Pronta ruptura

Libra: Cuida tu peso

Escorpio: Aléjate de los insecticidas

Sagitario: Visita de Cupido (devuélvele su flecha)

Capricornio: Pídele consejos a Tauro

Acuario: Deja el aguaje y busca algo sólido

Piscis: Andas sala’o cuidado y te comen en Semana Santa
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